Hubo una época, años después de mi vuelta a la fe y la
práctica religiosa, en que dudaba si el Señor me estaría llamando a una entrega
total en la vida religiosa. Mi confesor me propuso realizar un discernimiento
durante un periodo de tiempo determinado, un año, acompañando la oración y la
dirección espiritual con visitas a distintas comunidades de diversos carismas.
Y así lo hice. Comencé dentro del territorio catalán, porque era sencillo por
el tiempo de desplazamiento asistir a Misa y al rezo del Oficio Divino en
comunidades sin hospedería, y aprovechar un breve fin de semana en las
hospederías de quienes sí las tenían.
Y se ve de todo, y la mayoría, desgraciadamente, no
bueno. Moderneces varias como las superioras rezando vísperas “presidiendo”
desde la sede del celebrante, superioras expertas en focusing, práctica new age y totalmente anti-cristiana, danzas
litúrgicas, dentro y fuera de la Misa. También, todas las variaciones
imaginables en cuanto a los hábitos: velos tirados hacia atrás al máximo,
monjas con flequillo, monjas sin velo directamente, faldas plisadas y polos que
sustituyen los hábitos monásticos, etc. Así como las más disparatadas soflamas
indepes en las preces. No es necesario visitar a estas comunidades
personalmente; muchos de estos horrores circulan por internet.
También visité comunidades fuera de Cataluña, de las que
puede tenerse noticia fácilmente buscando también en internet; en general,
mucha guitarra y canciones ñoñas sin parar, poco silencio, muchos abrazos,
muchas superioras / fundadoras carismáticas. Muy infantil y sentimentaloide
todo, que es algo característico del modernismo.
Y muchas de ellas, las de fuera de Cataluña sobre todo,
tenían vocaciones jóvenes. Excepto las de la foto, que sí tienen vocaciones (no
me lo explico), pero ya entradas en años.
Para hacer justicia, hay que decir que también visité
comunidades en que se respiraba silencio orante y paz, donde nadie inventaba
nada nuevo. Era reconfortante, y era también bello volver a algunas de estas
hospederías para asistir a Misa y rezar con las hermanas; vivir durante unos
pocos días esa vida escondida de pulmón
orante de la Iglesia. En una de estas ocasiones, una sabia monja de mediana
edad me dijo que “conversión no es igual a vocación”, y que no me obsesionase
por la vida religiosa, buscando dónde encajar. Porque tal vez no era eso lo que
el Señor quería para mí. Su comentario, así como en general las conversaciones
con ella siempre que las visito y me alojo en su hospedería, me dio paz y me
sigue iluminando.
Una de las conclusiones que pude extraer durante este
periodo, y en lo que continúo viendo por internet a día de hoy, es que la
confusión que generan en el pueblo de Dios las actitudes y maneras de orar de
estas comunidades proviene de la confusión espiritual en que ellas mismas se
encuentran. Y es triste, y creo que hemos de rezar por ellas. Al respecto, les
dejo otro impagable enlace del blog de Wanderer.
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