Sábado, 10 de febrero, por la noche. Abro X (Twitter) sólo por ver novedades, en el sofá, tranquilamente, y me encuentro con el tweet del P. Pablo Pich que ilustra el texto. ¿Cómo va a estar una tranquila hoy en la Iglesia? “Tranquilidad” en el sentido de fiarse, de confiar, de “creer en la Iglesia”; no de relajo, porque bien sabemos que la vida espiritual es lucha.
Escribo esto el domingo 11, después de haber quedado realmente perpleja y dolida con el tema de la obispa; lo grave no es que la celebre una teóloga protestante, ergo hereje, sino que aparezca en portada en una supuesta revista católica. Seguramente, a estas alturas habrán aparecido ya multitud de comentarios mucho más autorizados al respecto. Esto solamente es el testimonio de una católica perpleja que hace lo que puede por vivir su fe a diario en la Iglesia, pidiendo la gracia de Dios para mantenerse fiel y reconocer y resistir los errores y mentiras. No tengo mucha formación doctrinal, pero intento formarme. He leído sobre la presencia de “observadores protestantes” en las reuniones de Consilium, la comisión establecida por Pablo VI para aplicar las reformas propuestas por el Concilio Vaticano II a la liturgia. Y me quedo perpleja. ¿Qué podemos aprender nosotros de unos herejes? ¿Qué podían aportar a la liturgia católica unos señores que no creen en la presencia real ni en que la Misa sea la actualización del santo sacrificio del calvario? Pues parece que ahora estemos en una situación muy parecida. Ya la pasada semana tuvimos el susto de leer sobre las tres señoras presentes en una reunión del Pontífice y su G-8, que en las imágenes publicadas parecían estar escuchándolas muy atentamente. Una religiosa, una virgen consagrada y la obispa anglicana de la portada de Vida Nueva. Aquello no presagiaba nada bueno.
¿Estamos acaso asistiendo a la consumación del nefasto
espíritu del Concilio? Entre otras
cosas, todo esto es consecuencia del falso ecumenismo y la tóxica e innovadora
doctrina de la libertad religiosa impuestas a base de propaganda y meticulosa planificación
por los padres conciliares progresistas y sus teólogos en el Concilio Vaticano
II, dos de los temas que más controversia suscitaron entre los padres
conciliares y que han tenido las consecuencias más desastrosas, impregnando
todo lo demás. Me pregunto, entre otras cosas, por ejemplo, a día de hoy, cómo
es posible que todo un cardenal de la Santa Iglesia Católica como Omella tenga
una “teóloga” protestante como “teóloga de cabecera”. A cool y liberal desde luego no se deja
ganar el cardenal, adelantando por la izquierda, con 60 años de ventaja, a los
obispos más neomodernistas del Concilio Vaticano II, quienes asistieron con sus
teólogos (varones) católicos. Nadie se atrevió a ir con una teóloga
protestante. Pero es que así de fantástico es nuestro Cardenal. Su “teóloga”
estrella tuvo hasta participación sinodal, impartiendo sus “enseñanzas” a los
asistentes, que fue seguida de bolos
al ser reclamada posteriormente por algunas parroquias y diócesis palmeras para
seguir impartiendo sus herejías a los fieles católicos. Llamadas por los
pastores. Todo muy bien. Cabe añadir brevemente que el post de la teóloga, en
la imagen, hace gala de una nefasta sintaxis; seguramente en la línea de su
teología. Hasta el corrector automático más básico subraya en azul que esos
puntos y comas no están donde deberían…
Hace días que Specola viene hablando de que el tema del diaconado femenino está ya cocinado. Aun sin saber cuál será el resultado final, el daño ya está hecho. La siembra de confusión y el caos diseminados entre los pequeños es enorme. No entiendo por qué nos empeñamos en imitar el histórico fracaso de las sectas protestantes. ¿A dónde les ha llevado la ordenación femenina, entre sus muchas otras concesiones al mundo? ¿Están mejor que la Iglesia Católica bajo algún aspecto? No sé, número de fieles y vitalidad, por ejemplo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación” (#1577). Además, cuando los neomodernistas citan la existencia de diaconisas en la Iglesia primitiva, mienten sobre su naturaleza y su rol. Entonces, si ya san Juan Pablo II en 1994 zanjó el debate de la ordenación femenina, argumentando que “la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”, ¿por qué siguen insistiendo en este tema? ¿Por qué el Papa no afirma lo que la Iglesia ha dicho siempre al respecto, sino que la insistencia sobre este tema proviene de él? Por otra parte, las mujeres que se sientan llamadas a una vocación sacerdotal o diaconal, pueden marcharse a una secta protestante que lo permita. ¿Por qué no lo hacen y nos dejan en paz?
No sé ustedes, pero yo encuentro gravísimo este tema; como
cuando los obispos distribuyeron a las parroquias carteles celebrando a Lutero
como “testigo del Evangelio” en la conmemoración del V centenario de su
apostasía y la fundación de su secta. ¡Hasta se llegó a colocar una imagen suya
en el aula Pablo VI durante una audiencia papal!
Gracias a Dios, hay muchas respuestas al tweet del P.
Pablo Pich y la portada de Vida Nueva
que muestran la fe del pueblo de Dios y su sensus
fidei. Los herejes son minoritarios y mayoritariamente ancianos, pero copan
la jerarquía de la Iglesia y es este aperturismo
al mundo del que se hacen eco los medios de comunicación de masas; y cada vez
menos, diría yo, porque la Iglesia sigue cayendo sin freno en la más absoluta
irrelevancia.
Tenemos a insaciables lobos rapaces vestidos de ovejas
y a verdaderos mercenarios del mal en lugar de pastores. Pero de Dios no se ríe
nadie. Nadie escapa a la justicia divina, y “a quien se le dio mucho, más se le
pedirá” (Lc 12,48).
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