sábado, 9 de marzo de 2024

Tristeza e indignación ante la suspensión de La Sacristía de la Vendée


 Como a muchos de ustedes, me ha dejado una tremenda desazón y tristeza lo ocurrido con el programa La Sacristía de la Vendée. ¿Cómo es posible que un grupo de sacerdotes fieles a la sana doctrina católica apostólica acaben arrojando la toalla, por un comentario cuestionable y tras haber pedido disculpas, porque lo peor del progresismo eclesial se les ha tirado a la yugular y quienes debían defenderles y arroparles – sus obispos – no lo han hecho? Cuando saltó la polémica, nunca pensé que llegaría a tanto. Sobre todo, porque estamos acostumbrados a ver cómo sacerdotes y religiosas se prodigan en medios de comunicación de masas con opiniones personales contrarias a la doctrina eclesial y eso nunca tiene consecuencias para ellos. Sin ir más lejos, el tristemente famoso cura de Entrevías decía en la radio estos mismos días del terremoto con La Sacristía que quería ver un próximo papa gay o mujer. Y la monja de blanco y bufanda roja dio hace no tantos años en prime time en televisión su opinión personal sobre el matrimonio entre la Virgen María y San José, totalmente contraria a los dogmas eclesiales. Y ahí está, a lo suyo, y hasta con un permiso especial para no cerrar un convento con cuatro religiosas, como manda la carta Cor Orans, otorgado por el Papa. La misma que ha llamado“imbéciles” a los sacerdotes de La Sacristía de la Vendée.

El P. Francisco José Delgado pedía el miércoles a los seguidores del canal que les hiciesen saber lo que ha supuesto el programa para ellos; para nosotros. Todos recordamos cuando estalló en 2020 una emergencia sanitaria como nunca antes habíamos vivido, con centenares de muertos diarios, cundiendo el total desconcierto y pánico entre la población. En esa situación, los obispos en España decidieron, contra toda lógica auténticamente cristiana, cerrar los templos, dejando abandonados a los fieles, sin el asidero espiritual de poder entrar en una iglesia durante meses, sin confesiones ni Eucaristía; cuando bien podían haber alegado que se trataba de un bien de primera necesidad (además de que nadie les pidió cerrar las iglesias, sino que fue iniciativa de los propios obispos). Una situación en la que infinidad de sacerdotes cerraron los templos y hasta se marcharon de sus parroquias. Éramos ovejas sin pastor. Y en ese contexto apareció el programa La Sacristía de la Vendée en Youtube; como explicaba el P. Francisco José Delgado en el comunicado emitido el pasado miércoles, el canal comenzó “sin ninguna ambición, pretendiendo crear algo más o menos nuevo en el mundo católico hispano de Internet: un grupo de sacerdotes católicos hablando con libertad de distintos temas, política, historia, arte, literatura e Iglesia. Tratando de dar una opinión desde una perspectiva siempre católica y además contrarrevolucionaria”. Fue una fuente de alegría y un faro para un número creciente de seguidores en medio de la oscuridad: unos pocos curas jóvenes, sin medios económicos, aprovechando su tiempo libre para ayudarnos a conocer la fe, a analizar las situaciones del mundo en que vivimos; a pastorearnos, en definitiva, cuando la mayoría de nuestros pastores nos habían abandonado.

Pasó la pandemia e intentamos todos rápidamente volver a la normalidad de nuestras vidas. A nuestras inercias eclesiales, a la aceptación más o menos resignada de imposiciones / invitaciones como la de comulgar en la mano. A nuestra vida, en muchos casos, de un catolicismo rebajado con agua, deformado y hasta falsificado. La parroquia de mi pueblo, en la que asisto a Misa diaria, está abierta varias horas durante el día, hay varios sacerdotes, confesiones y Misa celebrada más o menos dignamente. Es una parroquia de pueblo grande del área metropolitana de Barcelona, con un ambiente de progresismo de bajo tono. De bajo tono, pero progresismo al fin y al cabo. Un progresismo (llámenlo también modernismo, neo-modernismo o como más les convenza) que es un haberse vendido al mundo y ser ya incapaz de distinguir lo que es católico de lo que no lo es. Un ambiente eclesial en el que puede verse y oírse, en una homilía cualquiera o en una conversación entre catequistas, una rebaja e, incluso, una renuncia a la fe para hacerla aceptable por el mundo; no ya para quedar bien en apariencia con el mundo, sino porque el mundo se nos ha metido hasta el tuétano y nos hemos creído que tiene razón. Estamos totalmente confundidos. Nos hemos acostumbrado a lo políticamente correcto en la Iglesia, a leer en las hojas dominicales diocesanas sobre ecología y temas que nada tienen que ver con la fe, sobre todo en la postura desde la que se los enfoca, a que los obispos y los sacerdotes hayan dejado de predicar la sana doctrina y a que, en general, los católicos vivamos como si no ocurriera nada cuando la barca de Pedro hace aguas por todas partes.

Mientras tanto, jueves tras jueves durante estos años, durante la pandemia y después, hemos sido muchos miles de bautizados los que hemos gozado recibiendo la perenne enseñanza de la Iglesia Católica por parte de los sacerdotes de La sacristía de la Vendée. Sus exposiciones nos han reafirmado en la fe y en la Verdad de Jesucristo y su Iglesia. Nos consta a todos, y a ellos los primeros, que ha sido también fuente de conversiones a la fe, expuesta por ellos en toda su belleza y verdad, en claro contraste con la actitud mayoritaria de los pastores y la jerarquía eclesial. Para mí, las Misas por el vetus ordo a las que asisto en Barcelona todos los domingos que puedo y la lectura de autores que exponen la enseñanza perenne de la Iglesia se han convertido en el único catolicismo no contaminado de modernismo que soy capaz de encontrar; a ello ha contribuido enormemente el programa de La Sacristía de la Vendée. Estoy convencida de que la Tradición es el único futuro para la Iglesia y, aunque en estos momentos siento gran tristeza e indignación por la situación que están viviendo estos santos sacerdotes, me agarro a la confianza de que la Santa Iglesia Católica Apostólica participa de la victoria de Cristo, y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

En el encabezamiento de cada programa de La Sacristía podía leerse de manera bien explícita cómo “los participantes del programa se someten en todo al juicio de la autoridad eclesiástica (CIC 823, 1). Al mismo tiempo, manifiestan su adhesión total a las enseñanzas de la Iglesia Católica”. Más de tres años después, hemos podido ver con tristeza cómo de nada sirven estas declaraciones cuando quienes se han vendido al mundo y al demonio han decidido aprovechar un comentario para encender una gran hoguera, ventilarla a los medios de comunicación civiles, lincharlos y cancelarlos. Es decir, eliminarlos, porque no pueden tolerar la sana doctrina que exponen. Y, ante a la cobardía de sus obispos, que no les han apoyado cuando han sido vilmente atacados por lo peor del progresismo eclesial, que ya no es ni católico, estos santos varones han decidido suspender la emisión de futuros programas para no acabar de romper una cuerda ya muy tensada, hasta que pase – esperemos que pronto – este delicado momento. Y así, de paso, nos han dejado un valioso testimonio de humildad, amor filial y adhesión a la Iglesia de la que adolecen sus perseguidores y los lobos y mercenarios que ocupan puestos que por definición deberían ser de vigilancia del bien del rebaño que tienen a su cargo; pues eso significa “obispo”: “vigilante”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario