Desde que regresé de un breve retiro de oración en la hospedería de las monjas benedictinas de le Barroux no he podido dejar de pensar en cómo pueden ser igualmente benedictinas aquellas monjas y las del monasterio de san Benito de la montaña de Montserrat. Es un misterio (con minúscula). Así que me gustaría compartirles una pequeña reflexión.
Como saben, no tengo pretensiones de ofrecer aquí lecciones de
teología; mis fuentes suelen ser bastante sencillas, fáciles de hallar en
internet, contrastando, eso sí, que sean fieles a la Iglesia Católica
Apostólica. Así, buscando sobre lo que comparten como esencial las monjas de la Orden de San Benito, encontré
en un portal de internet sobre la “vida claustral” la siguiente definición: "La Orden Benedictina es la orden
religiosa más antigua de la Iglesia occidental, fundada a principios del siglo
VI por San Benito. La 'pequeña regla para principiantes' de San Benito, como él
la llama, ha perdurado durante más de 1500 años debido a su flexibilidad y su
conocimiento de la naturaleza humana. San Benito nos dice que 'no antepongamos
nada a la obra de Dios': el ritmo diario de rezar los salmos en el Oficio
Divino. El Oficio Divino es parte de la liturgia de la Iglesia, que es el corazón
de la cultura cristiana (…). Debido a que la tradición benedictina es tan
antigua, se ha desarrollado en varias expresiones diferentes a lo largo de los
siglos. Hoy en día hay tres órdenes principales que remontan sus raíces a San
Benito y su hermana Santa Escolástica, que se pueden identificar por las
iniciales que representan a cada orden”; éstas son la Orden de san Benito (OSB),
el Císter (OC) y la Trapa (Císter de Estricta Observancia, OCSO).
Las dos comunidades que pretendo comparar pertenecen a la Orden de San
Benito (OSB), que vive según la regla original. “La regla benedictina –
continúa diciendo el portal Cloistered Life -, que se convirtió en el texto
fundacional del monacato occidental, describe una vida comunitaria equilibrada
de silencio contemplativo, oración continua y trabajo manual. El lema
benedictino "ora et labora" (oración y trabajo) refleja este
equilibrio. Los benedictinos profesan votos de obediencia, estabilidad y
conversión de vida”.
Una vez hemos visto lo esencial de la vida benedictina femenina,
vamos a repasar brevemente la historia
de estos dos monasterios. En cuanto a san
Benito, fue fundado en 1952
en la montaña de Montserrat, fruto de la unión de dos comunidades: la de San Antón y
Santa Clara de Barcelona (c. 1236-1952) y la de San Benito de Mataró (1881
-1952). El monasterio de Sant
Antoni y de Santa
Clara de Barcelona fue fundado fuera de las murallas de Barcelona en
1236, siendo la primera comunidad clarisa de Cataluña (sic, en el siglo XIII).
En 1513, la comunidad de monjas clarisas se pasó a la orden benedictina, hasta
su extinción en 1952. La otra comunidad que confluyó en la fundación de San Benito
de Montserrat fue el monasterio de San
Benito de Mataró, fundado en 1881. Durante la Guerra Civil española las
monjas de Mataró perdieron el monasterio y en 1939 los monjes de Montserrat les
cedieron temporalmente el monasterio de Santa Cecilia, en la montaña. Fue en
este monasterio románico, testigo de la primera presencia de vida religiosa
reglada en la montaña de Montserrat, donde en 1952 las dos comunidades de benedictinas
se fusionaron, extinguiéndose las comunidades originales y fundándose de nuevo
la joven comunidad de San Benito de Montserrat, que desde 1954 reside en el
actual monasterio, de nueva construcción.
En lo que respecta a la abadía femenina de Le Barroux, la fundación de la comunidad se remonta a 1979. Su origen está ligado a una fundación masculina, la abadía de Santa
María Magdalena de Le Barroux. En agosto de 1970, un monje benedictino se dirigió
rumbo a Santa Magdalena, en Vaucluse, Francia. En aquel momento eclesial de
innovaciones y cambios, pretendía continuar su vida monástica, simplemente, y,
con la bendición de su padre abad, hacer “la experiencia de la tradición”:
oración, silencio, trabajo manual, oficio en latín, liturgia tradicional. Cuenta
la crónica oficial que, a los tres días de su llegada, un primer postulante se
presentó en la puerta de La Madeleine: “Mi padre, quiero ser monje”. — ¡Aquí es
imposible! No tengo nada para acogerte.” Pero el joven insistió; y de esta
manera nació la comunidad masculina. En 1979, cuatro mujeres jóvenes se
reunieron en torno a la Madre Élisabeth, monja benedictina. Siguiendo el camino
emprendido por los monjes, también ellas quisieron hacer “la experiencia de la
tradición”. Después de recorrer diversos lugares buscando el sitio para fundar,
en 1983 adquirieron un terreno en su actual ubicación, donde en 1986 se bendijo
la primera piedra del monasterio. En 1989 llegó el reconocimiento canónico de
la Santa Sede y en 1992 se produjo la elevación del monasterio al rango de
abadía y la bendición de la primera abadesa.
Observamos pues cómo estas dos comunidades femeninas de San Benito de
Montserrat y de Barroux son, por una parte, fundaciones de la segunda mitad del
siglo XX y, por otra, están situadas cerca de una abadía masculina y su vínculo
con los monjes es estrecho. Pero la diferencia fundamental está clara ya en su
origen: Barroux, fundada en pleno terremoto post-conciliar, busca expresamente
vivir y rezar de acuerdo a la tradición litúrgica de la Iglesia, mientras que
San Benito de Montserrat es una comunidad pre-conciliar que evolucionará según
los signos de los tiempos eclesiales, implementando la reforma litúrgica (y
demás innovaciones).
Por esa razón, las monjas benedictinas de Barroux son de clausura,
rezan siete veces al día un Oficio Divino en latín con canto gregoriano, con
una división de la jornada que antepone el culto divino a todo lo demás, y un
monje benedictino acude a diario a celebrar la Misa. Trabajan la tierra,
realizan otros trabajos manuales, reciben formación de los monjes de Santa
Magdalena y son un pulmón de oración y fe en esta zona de la Provenza. Por el
contrario, y utilizo muy conscientemente esta expresión, las monjas de san
Benito de Montserrat han dejado de vestir hábito, raramente cantan el oficio
divino (lo recitan, sobre todo, siendo en número similar a las de Barroux; unas
30 hermanas), no son de clausura y es frecuente encontrar a monjas de esta
comunidad en todo tipo de eventos eclesiales heterodoxos y, lo que es peor,
políticos. Son representantes, como buenas monjas progres, según hablábamos la semana pasada, de las peores
expresiones del modernismo en la Iglesia, fundamentalmente en lo que respecta
al feminismo. Y recorren silenciosamente, como un veneno, pueblecitos
catalanes, llamadas por los ayuntamientos y espacios culturales, donde difunden
su pensamiento heterodoxo y su apuesta política por la independencia de
Cataluña. Esta entrada en el portal Germinans Germinabit lo expresa de manera inmejorable.
Un ejemplo muy gráfico
de la diferencia entre estas dos comunidades benedictinas es la arquitectura de
la iglesia de sus respectivos monasterios. La iglesia de la abadía de Nuestra
Señora de la Anunciación de Le Barroux es un templo de planta de cruz latina,
con el brazo largo de la cruz teniendo en el extremo oriental el presbiterio
(la celebración de la Misa es ad orientem) y el coro de las monjas en el
extremo opuesto; mientras que el brazo corto, en perpendicular, es el lugar de
los bancos para los fieles, de un lado, y del coro alto y sacristía, por otro,
con el presbiterio siendo el amplio espacio en que convergen ambos brazos de la
cruz. Una construcción de los años 1980 respetando la bimilenaria tradición de
la Iglesia, con una planta en forma de cruz latina y un templo orientado para rezar coram Deo. Muy al contrario, la pequeña
capilla del monasterio de san Benito no sigue ningún canon arquitectónico
católico tradicional, sino que es un compendio de innovaciones modernistas: la
planta es cuadrada y el presbiterio se encuentra en una de las esquinas. Un
gran ventanal sobre el presbiterio ofrece unas fabulosas vistas de la montaña,
pero hay que fijarse mucho para ver que hay un Crucifijo allí. El presbiterio
se encuentra a un nivel inferior que el coro de las monjas, dispuesto a modo de
gradas ascendentes, sin más separación física que un pequeño espacio
(“rellenable” con sillas) de una o dos filas de bancos para fieles. Por
supuesto, sin reclinatorios, ni en el coro de las monjas ni en los bancos de
los fieles. Me viene a la cabeza aquella cuestión tan importante de la lex orandi, lex credendi… lex vivendi.
Como anécdota final,
les contaré que tengo una amiga criptocatólica medievalista, profesora e
investigadora en una universidad catalana; y me cuenta que en su grupo de
doctorado realizan cada dos cursos una visita al monasterio de San Benito para
que los doctorandos se hagan una idea de lo que es una comunidad monástica,
puesto que en muchos casos estudian comunidades religiosas, sin tener no ya
sólo fe sino el más mínimo conocimiento sobre la Iglesia Católica. Saber esto
elimina la sorpresa de leer después en estudios académicos que las monjas
medievales eran feministas y se sentían oprimidas por el patriarcado eclesial.
Esto no deja en muy buen lugar a la universidad pública. Más bien, la deja en
el lugar que le corresponde. Pero, como decía el barman de Irma la dulce, “ésa
es otra historia”.
Y una postdata: las hermanas
benedictinas de Barroux tienen una estupenda hospedería en forma de casitas de
piedra entre los viñedos; ideal para familias, mujeres solas o pequeños grupos
de mujeres. Aquí les dejo sus datos de contacto:
Abbaye Notre-Dame de
l'Annonciation
750 chemin des Ambrosis
84330 LE BARROUX
FRANCE
Teléfono: (+33) 04 90 65 29 29
Localización: Latitud: 44.156326 / Longitud: 5.118873
No hay comentarios:
Publicar un comentario