miércoles, 21 de agosto de 2024

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia: las comunidades benedictinas femeninas de Barroux y san Benito de Montserrat

 

Desde que regresé de un breve retiro de oración en la hospedería de las monjas benedictinas de le Barroux no he podido dejar de pensar en cómo pueden ser igualmente benedictinas aquellas monjas y las del monasterio de san Benito de la montaña de Montserrat. Es un misterio (con minúscula). Así que me gustaría compartirles una pequeña reflexión.

Como saben, no tengo pretensiones de ofrecer aquí lecciones de teología; mis fuentes suelen ser bastante sencillas, fáciles de hallar en internet, contrastando, eso sí, que sean fieles a la Iglesia Católica Apostólica. Así, buscando sobre lo que comparten como esencial las monjas de la Orden de San Benito, encontré en un portal de internet sobre la “vida claustral la siguiente definición: "La Orden Benedictina es la orden religiosa más antigua de la Iglesia occidental, fundada a principios del siglo VI por San Benito. La 'pequeña regla para principiantes' de San Benito, como él la llama, ha perdurado durante más de 1500 años debido a su flexibilidad y su conocimiento de la naturaleza humana. San Benito nos dice que 'no antepongamos nada a la obra de Dios': el ritmo diario de rezar los salmos en el Oficio Divino. El Oficio Divino es parte de la liturgia de la Iglesia, que es el corazón de la cultura cristiana (…). Debido a que la tradición benedictina es tan antigua, se ha desarrollado en varias expresiones diferentes a lo largo de los siglos. Hoy en día hay tres órdenes principales que remontan sus raíces a San Benito y su hermana Santa Escolástica, que se pueden identificar por las iniciales que representan a cada orden”; éstas son la Orden de san Benito (OSB), el Císter (OC) y la Trapa (Císter de Estricta Observancia, OCSO).

Las dos comunidades que pretendo comparar pertenecen a la Orden de San Benito (OSB), que vive según la regla original. “La regla benedictina – continúa diciendo el portal Cloistered Life -, que se convirtió en el texto fundacional del monacato occidental, describe una vida comunitaria equilibrada de silencio contemplativo, oración continua y trabajo manual. El lema benedictino "ora et labora" (oración y trabajo) refleja este equilibrio. Los benedictinos profesan votos de obediencia, estabilidad y conversión de vida”.

Una vez hemos visto lo esencial de la vida benedictina femenina, vamos a repasar brevemente la historia de estos dos monasterios. En cuanto a san Benito, fue fundado en 1952 en la montaña de Montserrat, fruto de la unión de dos comunidades: la de San Antón y Santa Clara de Barcelona (c. 1236-1952) y la de San Benito de Mataró (1881 -1952). El monasterio de Sant Antoni y de Santa Clara de Barcelona fue fundado fuera de las murallas de Barcelona en 1236, siendo la primera comunidad clarisa de Cataluña (sic, en el siglo XIII). En 1513, la comunidad de monjas clarisas se pasó a la orden benedictina, hasta su extinción en 1952. La otra comunidad que confluyó en la fundación de San Benito de Montserrat fue el monasterio de San Benito de Mataró, fundado en 1881. Durante la Guerra Civil española las monjas de Mataró perdieron el monasterio y en 1939 los monjes de Montserrat les cedieron temporalmente el monasterio de Santa Cecilia, en la montaña. Fue en este monasterio románico, testigo de la primera presencia de vida religiosa reglada en la montaña de Montserrat, donde en 1952 las dos comunidades de benedictinas se fusionaron, extinguiéndose las comunidades originales y fundándose de nuevo la joven comunidad de San Benito de Montserrat, que desde 1954 reside en el actual monasterio, de nueva construcción.

En lo que respecta a la abadía femenina de Le Barroux, la fundación de la comunidad se remonta a 1979. Su origen está ligado a una fundación masculina, la abadía de Santa María Magdalena de Le Barroux. En agosto de 1970, un monje benedictino se dirigió rumbo a Santa Magdalena, en Vaucluse, Francia. En aquel momento eclesial de innovaciones y cambios, pretendía continuar su vida monástica, simplemente, y, con la bendición de su padre abad, hacer “la experiencia de la tradición”: oración, silencio, trabajo manual, oficio en latín, liturgia tradicional. Cuenta la crónica oficial que, a los tres días de su llegada, un primer postulante se presentó en la puerta de La Madeleine: “Mi padre, quiero ser monje”. — ¡Aquí es imposible! No tengo nada para acogerte.” Pero el joven insistió; y de esta manera nació la comunidad masculina. En 1979, cuatro mujeres jóvenes se reunieron en torno a la Madre Élisabeth, monja benedictina. Siguiendo el camino emprendido por los monjes, también ellas quisieron hacer “la experiencia de la tradición”. Después de recorrer diversos lugares buscando el sitio para fundar, en 1983 adquirieron un terreno en su actual ubicación, donde en 1986 se bendijo la primera piedra del monasterio. En 1989 llegó el reconocimiento canónico de la Santa Sede y en 1992 se produjo la elevación del monasterio al rango de abadía y la bendición de la primera abadesa. 

Observamos pues cómo estas dos comunidades femeninas de San Benito de Montserrat y de Barroux son, por una parte, fundaciones de la segunda mitad del siglo XX y, por otra, están situadas cerca de una abadía masculina y su vínculo con los monjes es estrecho. Pero la diferencia fundamental está clara ya en su origen: Barroux, fundada en pleno terremoto post-conciliar, busca expresamente vivir y rezar de acuerdo a la tradición litúrgica de la Iglesia, mientras que San Benito de Montserrat es una comunidad pre-conciliar que evolucionará según los signos de los tiempos eclesiales, implementando la reforma litúrgica (y demás innovaciones).

Por esa razón, las monjas benedictinas de Barroux son de clausura, rezan siete veces al día un Oficio Divino en latín con canto gregoriano, con una división de la jornada que antepone el culto divino a todo lo demás, y un monje benedictino acude a diario a celebrar la Misa. Trabajan la tierra, realizan otros trabajos manuales, reciben formación de los monjes de Santa Magdalena y son un pulmón de oración y fe en esta zona de la Provenza. Por el contrario, y utilizo muy conscientemente esta expresión, las monjas de san Benito de Montserrat han dejado de vestir hábito, raramente cantan el oficio divino (lo recitan, sobre todo, siendo en número similar a las de Barroux; unas 30 hermanas), no son de clausura y es frecuente encontrar a monjas de esta comunidad en todo tipo de eventos eclesiales heterodoxos y, lo que es peor, políticos. Son representantes, como buenas monjas progres, según hablábamos la semana pasada, de las peores expresiones del modernismo en la Iglesia, fundamentalmente en lo que respecta al feminismo. Y recorren silenciosamente, como un veneno, pueblecitos catalanes, llamadas por los ayuntamientos y espacios culturales, donde difunden su pensamiento heterodoxo y su apuesta política por la independencia de Cataluña. Esta entrada en el portal Germinans Germinabit lo expresa de manera inmejorable.

Un ejemplo muy gráfico de la diferencia entre estas dos comunidades benedictinas es la arquitectura de la iglesia de sus respectivos monasterios. La iglesia de la abadía de Nuestra Señora de la Anunciación de Le Barroux es un templo de planta de cruz latina, con el brazo largo de la cruz teniendo en el extremo oriental el presbiterio (la celebración de la Misa es ad orientem) y el coro de las monjas en el extremo opuesto; mientras que el brazo corto, en perpendicular, es el lugar de los bancos para los fieles, de un lado, y del coro alto y sacristía, por otro, con el presbiterio siendo el amplio espacio en que convergen ambos brazos de la cruz. Una construcción de los años 1980 respetando la bimilenaria tradición de la Iglesia, con una planta en forma de cruz latina y un templo orientado para rezar coram Deo. Muy al contrario, la pequeña capilla del monasterio de san Benito no sigue ningún canon arquitectónico católico tradicional, sino que es un compendio de innovaciones modernistas: la planta es cuadrada y el presbiterio se encuentra en una de las esquinas. Un gran ventanal sobre el presbiterio ofrece unas fabulosas vistas de la montaña, pero hay que fijarse mucho para ver que hay un Crucifijo allí. El presbiterio se encuentra a un nivel inferior que el coro de las monjas, dispuesto a modo de gradas ascendentes, sin más separación física que un pequeño espacio (“rellenable” con sillas) de una o dos filas de bancos para fieles. Por supuesto, sin reclinatorios, ni en el coro de las monjas ni en los bancos de los fieles. Me viene a la cabeza aquella cuestión tan importante de la lex orandi, lex credendi… lex vivendi.

Como anécdota final, les contaré que tengo una amiga criptocatólica medievalista, profesora e investigadora en una universidad catalana; y me cuenta que en su grupo de doctorado realizan cada dos cursos una visita al monasterio de San Benito para que los doctorandos se hagan una idea de lo que es una comunidad monástica, puesto que en muchos casos estudian comunidades religiosas, sin tener no ya sólo fe sino el más mínimo conocimiento sobre la Iglesia Católica. Saber esto elimina la sorpresa de leer después en estudios académicos que las monjas medievales eran feministas y se sentían oprimidas por el patriarcado eclesial. Esto no deja en muy buen lugar a la universidad pública. Más bien, la deja en el lugar que le corresponde. Pero, como decía el barman de Irma la dulce, “ésa es otra historia”.

Y una postdata: las hermanas benedictinas de Barroux tienen una estupenda hospedería en forma de casitas de piedra entre los viñedos; ideal para familias, mujeres solas o pequeños grupos de mujeres. Aquí les dejo sus datos de contacto:

Abbaye Notre-Dame de l'Annonciation
750 chemin des Ambrosis
84330 LE BARROUX
FRANCE

Teléfono: (+33) 04 90 65 29 29

https://www.barroux.org

Localización: Latitud: 44.156326 / Longitud: 5.118873

 


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