lunes, 19 de agosto de 2024

De monjas progres, tradis y neocons

Tengo abierto un perfil de Instagram en el que no publico nada, pero desde el que sigo distintos perfiles católicos. Muchos influencers, sacerdotes y laicos, y algunas comunidades religiosas. Pues bien, a partir de dos de estos perfiles y de una comunidad a la que personalmente conozco, me gustaría trazar un breve relato de monjas progres, monjas neocons y monjas tradis.

Comenzaremos con una comunidad de monjas progres, unas Trinitarias del norte de España. Su perfil de Instagram es @monasteriosuesa. No me veo en la obligación de no mencionarlas explícitamente porque todo lo que voy a decir está publicado por ellas mismas; no es algo privado. Lo que ocurre es que lo que ellas publican como “lo más” es en realidad un esperpento mayúsculo. Además de cuestiones pueriles como quitarse el velo (y, de paso, parecer varones), la “doctrina” que comunican estas monjas deja muchísimo que desear. Así que, sin pesar, lanzo desde aquí una advertencia a estar prevenidos sobre ellas. Todo lo que publican es una estrambótica y heterodoxa mezcla de feminismo en la Iglesia (llamando en femenino al Espíritu Santo, como Santa Ruah y celebrando una “Misa feminista” el 8 de marzo), ecologismo (el domingo de la Santísima Trinidad, su gran solemnidad, publicaban un triste escrito sobre la relación entre la Trinidad y la ecología) y modernismo ramplón en la liturgia: en ninguna de las fotos que publican se observa un coro monástico, sino una sala, con una mesa muy rústica en medio con florecillas y decoraciones infantiloides varias, y su oración litúrgica parece muy basada en unas danzas alrededor de esa mesa alzando y bajando los brazos. Lo más curioso es que tienen vocaciones, todas de mediana edad, ninguna joven; y se puede observar entre ellas a una heroica anciana que ha conservado el velo y que hace lo que puede con las danzas.  

En el caso de una comunidad de monjas neocons, me gustaría comentar el de unas clarisas muy sui generis de Murcia, las @hermanaspobres. De nuevo, las cito porque todo lo que voy a decir está extraído de sus propios escritos y fotos publicados en Instagram. Estas monjas, cuyas vocaciones son chicas pertenecientes a familias del Camino Neocatecumenal, son un fenómeno en redes. Comenzaron hace relativamente poco a exponerse, y en cuestión de dos ó tres años han ingresado por lo menos tres chicas en la comunidad. Visten un hábito marrón muy simplificado, nada que haya visto en otras comunidades de clarisas, muy similar al hábito vaquero que visten las hermanas de Iesu Communio. Pero su parecido con la comunidad de la Madre Verónica no se acaba aquí. Han adquirido recientemente una “Virgen de la Mirada” al mismo escultor que realizó la Divina Pastora que se encuentra en la iglesia de las monjas en la diócesis de Burgos, y le cantan y la veneran sentadas a su alrededor con expresiones de arrobo de la misma manera; recientemente se han lanzado a cantar; primero, grababan “covers” de canciones de Hakuna (cuya ¿doctrina? parecen también haber “asimilado”, como ahora explicaré). Pero parece que la música tuvo éxito (tienen más de 250.000 seguidores en Instagram) y se han lanzado a dar conciertos y a cantar y grabar en un CD sus propias composiciones musicales. Con guitarra y caja de percusión incluidas. Todas muy sonrientes y abrazándose continuamente, muy al estilo Carmelitas Samaritanas que, en sí, ya parece – y perdonen si esto es falta de caridad – una versión de bazar chino de Iesu Communio. Además de que parece todo muy infantil, que pueda gustar a un perfil determinado de chicas jóvenes (y debe funcionar, porque a Iesu Communio le han salido muchas imitaciones y todas parecen tener vocaciones), observo un peligro también en su exposición ¿doctrinal?, y es esta manera, que parece inspirada en Hakuna, de vivir un catolicismo sin cruz, un catolicismo totalmente arrodillado ante el mundo (auto-definición de Hakuna). Sin ir más lejos, en un post del Miércoles de Ceniza, las @hermanaspobres decían: “Hoy empezamos la cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza… y estamos alegres! Sí, lo estamos. Porque un año más el Señor nos da la oportunidad de vivir este tiempo para que nuestro corazón se vuelva un poco más hacia Él. ¿No es esto motivo de alegría? Pues claro que sí. Por eso estamos alegres. Por desgracia, a veces la cuaresma evoca un tiempo duro, triste y de sufrimiento. Entre la limosna, el ayuno y la oración, parece que nuestro día a día se vuelve muy penitencial, estamos muy pendientes de lo que hacemos y unos esforzamos por cambiar y ser mejores personas. No está mal, pero esto cae por su propio peso. Al final, nos cansamos y estamos deseando que llegue la Pascua para poder vivir en un ambiente más festivo y relajarnos. Pues os proponemos vivir la cuaresma desde otro punto de vista, con otra mirada. No desde el aburrimiento de vivir un año más la cuaresma, sino desde la expectación, con el corazón atento para ver lo que este año me quiere decir el Señor, y así poder gritar en Pascua que Cristo ha resucitado en mi vida”. No sé quién les ha dicho a estas hermanas que en general los católicos nos aburrimos en cuaresma, pero sobre todo preocupa la confusión al respecto de lo que la Cuaresma es: se trata de prepararse para la muerte de Cristo, y por eso es un tiempo penitencial. Pero como parece que está muy en boga considerar la cuaresma no ya una preparación para la muerte del Señor en cruz, sino para su “muerte y resurrección”, pues entonces estamos alegres porque va a resucitar. Y así, de un plumazo, minimizamos la cruz y toda la dimensión penitencial de la oración, la vida de fe y la Iglesia.

Me parece que el hecho de que cualquiera con una formación tan llena de errores se atreva a publicarlos por la facilidad que ofrecen las redes sociales es un peligro para la fe de los pequeños, que leemos a unas monjas pensando que aquí vamos a encontrar sana doctrina y corremos el riesgo de confundirnos en las cuestiones más básicas.

Finalmente, vamos a ver una comunidad de monjas tradis; las benedictinas de Le Barroux, en Francia. Ellas no tienen Instagram, pero he tenido la gran dicha de visitarlas en el mes de mayo y dejar allí un pedacito de mi corazón. ¿Conocen Barroux? Es una localidad al norte de Aviñón, con un castillo medieval y casas de piedra, una zona que recibe bastante turismo, por lo que me pareció observar durante mi visita, y donde existe una abadía benedictina masculina que celebra la liturgia tradicional, fundada hará unos 40 ó 50 años; y una abadía benedictina femenina, también con liturgia tradicional, fundada posteriormente y que se encuentra a media hora de la abadía masculina a pie (ó 10 minutos en coche) por caminos entre viñedos. Alojándome en una de las casitas de piedra que conforman la hospedería de las monjas pude asistir a todas las Horas del Oficio Divino y a la Misa, celebrada por un monje de la abadía masculina; y uno de los días pude asistir a Misa también en la abadía masculina.

La vida de estas monjas, expresión de la regla de san Benito y sus principios de “Ora et Labora”, me hizo pensar en muchas cuestiones. Entre ellas, que al catolicismo que llamamos “tradicional” habría que quitarle esta etiqueta, porque no es más que catolicismo. Todo lo demás, como los casos citados antes, es de dudosa doctrina. En segundo lugar, la vida dedicada prioritariamente a la oración, en la que nada se antepone a Dios, una escuela de servicio divino. La dignidad y solemnidad de la liturgia que reza esta comunidad es un anticipo de Cielo. Me hizo pensar en una vida totalmente empapada de Dios, que convierte en delicados y precisos hasta sus movimientos corporales y dota sus vidas de una belleza y una armonía que no había presenciado nunca. Las monjas reciben formación, sana doctrina, por parte de los monjes, de su mismo carisma, fórmula sabia de la Iglesia, Madre y Maestra, en esta orden monástica de casi 1.500 años de antigüedad.

Observándolas, no pude evitar comparar con otras comunidades monásticas de la misma orden benedictina que he conocido; sin ir más lejos, el monasterio de San Benito de Montserrat. Y el mal que han hecho los cambios posteriores al Concilio Vaticano II a las comunidades religiosas. A comparar las comunidades benedictinas de San Benito de Montserrat y Le Barroux dedicaré el próximo texto, si Dios quiere.

Y, por último, pero, como dicen en inglés, “no por ello menos importante”, me gustaría tratar en otra ocasión de manera monográfica el vínculo maravilloso que existe entre Le Barroux y la novela “El despertar de la Señorita Prim”, escrita por la aún más maravillosa Natalia Sanmartín Fenollera. Un sueño, San Ireneo de Arnois, de alguna manera hecho realidad. 

 

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