Tengo abierto un perfil de Instagram en el que no publico nada, pero desde el que sigo distintos perfiles católicos. Muchos influencers, sacerdotes y laicos, y algunas comunidades religiosas. Pues bien, a partir de dos de estos perfiles y de una comunidad a la que personalmente conozco, me gustaría trazar un breve relato de monjas progres, monjas neocons y monjas tradis.
Comenzaremos con una comunidad de monjas progres, unas Trinitarias del norte de España. Su perfil de
Instagram es @monasteriosuesa. No me
veo en la obligación de no mencionarlas explícitamente porque todo lo que voy a
decir está publicado por ellas mismas; no es algo privado. Lo que ocurre es que
lo que ellas publican como “lo más” es en realidad un esperpento mayúsculo.
Además de cuestiones pueriles como quitarse el velo (y, de paso, parecer
varones), la “doctrina” que comunican estas monjas deja muchísimo que desear.
Así que, sin pesar, lanzo desde aquí una advertencia a estar prevenidos sobre
ellas. Todo lo que publican es una estrambótica y heterodoxa mezcla de
feminismo en la Iglesia (llamando en femenino al Espíritu Santo, como Santa
Ruah y celebrando una “Misa feminista” el 8 de marzo), ecologismo (el domingo
de la Santísima Trinidad, su gran solemnidad, publicaban un triste escrito
sobre la relación entre la Trinidad y la ecología) y modernismo ramplón en la
liturgia: en ninguna de las fotos que publican se observa un coro monástico,
sino una sala, con una mesa muy rústica en medio con florecillas y decoraciones
infantiloides varias, y su oración litúrgica parece muy basada en unas danzas
alrededor de esa mesa alzando y bajando los brazos. Lo más curioso es que
tienen vocaciones, todas de mediana edad, ninguna joven; y se puede observar
entre ellas a una heroica anciana que ha conservado el velo y que hace lo que
puede con las danzas.
En el caso de una comunidad de monjas neocons, me gustaría comentar el de unas clarisas muy sui generis
de Murcia, las @hermanaspobres. De
nuevo, las cito porque todo lo que voy a decir está extraído de sus propios
escritos y fotos publicados en Instagram. Estas monjas, cuyas vocaciones son
chicas pertenecientes a familias del Camino Neocatecumenal, son un fenómeno en
redes. Comenzaron hace relativamente poco a exponerse, y en cuestión de dos ó
tres años han ingresado por lo menos tres chicas en la comunidad. Visten un
hábito marrón muy simplificado, nada que haya visto en otras comunidades de
clarisas, muy similar al hábito vaquero que visten las hermanas de Iesu Communio.
Pero su parecido con la comunidad de la Madre Verónica no se acaba aquí. Han
adquirido recientemente una “Virgen de la Mirada” al mismo escultor que realizó
la Divina Pastora que se encuentra en la iglesia de las monjas en la diócesis
de Burgos, y le cantan y la veneran sentadas a su alrededor con expresiones de
arrobo de la misma manera; recientemente se han lanzado a cantar; primero,
grababan “covers” de canciones de Hakuna (cuya ¿doctrina? parecen también haber
“asimilado”, como ahora explicaré). Pero parece que la música tuvo éxito
(tienen más de 250.000 seguidores en Instagram) y se han lanzado a dar
conciertos y a cantar y grabar en un CD sus propias composiciones musicales.
Con guitarra y caja de percusión incluidas. Todas muy sonrientes y abrazándose
continuamente, muy al estilo Carmelitas Samaritanas que, en sí, ya parece – y
perdonen si esto es falta de caridad – una versión de bazar chino de Iesu
Communio. Además de que parece todo muy infantil, que pueda gustar a un perfil
determinado de chicas jóvenes (y debe funcionar, porque a Iesu Communio le han
salido muchas imitaciones y todas parecen tener vocaciones), observo un peligro
también en su exposición ¿doctrinal?, y es esta manera, que parece inspirada en
Hakuna, de vivir un catolicismo sin cruz, un catolicismo totalmente arrodillado
ante el mundo (auto-definición de Hakuna). Sin ir más lejos, en un post del
Miércoles de Ceniza, las @hermanaspobres
decían: “Hoy empezamos la cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza…
y estamos alegres! Sí, lo estamos. Porque un año más el Señor nos da la
oportunidad de vivir este tiempo para que nuestro corazón se vuelva un poco más
hacia Él. ¿No es esto motivo de alegría? Pues claro que sí. Por eso estamos
alegres. Por desgracia, a veces la cuaresma evoca un tiempo duro, triste y de
sufrimiento. Entre la limosna, el ayuno y la oración, parece que nuestro día a
día se vuelve muy penitencial, estamos muy pendientes de lo que hacemos y unos
esforzamos por cambiar y ser mejores personas. No está mal, pero esto cae por
su propio peso. Al final, nos cansamos y estamos deseando que llegue la Pascua
para poder vivir en un ambiente más festivo y relajarnos. Pues os proponemos
vivir la cuaresma desde otro punto de vista, con otra mirada. No desde el
aburrimiento de vivir un año más la cuaresma, sino desde la expectación, con el
corazón atento para ver lo que este año me quiere decir el Señor, y así poder
gritar en Pascua que Cristo ha resucitado en mi vida”. No sé quién les ha dicho
a estas hermanas que en general los católicos nos aburrimos en cuaresma, pero
sobre todo preocupa la confusión al respecto de lo que la Cuaresma es: se trata
de prepararse para la muerte de Cristo, y por eso es un tiempo penitencial.
Pero como parece que está muy en boga considerar la cuaresma no ya una
preparación para la muerte del Señor en cruz, sino para su “muerte y
resurrección”, pues entonces estamos alegres porque va a resucitar. Y así, de
un plumazo, minimizamos la cruz y toda la dimensión penitencial de la oración,
la vida de fe y la Iglesia.
Me parece que el hecho de que cualquiera con una formación tan llena
de errores se atreva a publicarlos por la facilidad que ofrecen las redes
sociales es un peligro para la fe de los pequeños, que leemos a unas monjas
pensando que aquí vamos a encontrar sana doctrina y corremos el riesgo de
confundirnos en las cuestiones más básicas.
Finalmente, vamos a ver una comunidad de monjas tradis; las benedictinas de Le Barroux, en Francia. Ellas no tienen
Instagram, pero he tenido la gran dicha de visitarlas en el mes de mayo y dejar
allí un pedacito de mi corazón. ¿Conocen Barroux? Es una localidad al norte de
Aviñón, con un castillo medieval y casas de piedra, una zona que recibe
bastante turismo, por lo que me pareció observar durante mi visita, y donde
existe una abadía benedictina masculina que celebra la liturgia tradicional,
fundada hará unos 40 ó 50 años; y una abadía benedictina femenina, también con
liturgia tradicional, fundada posteriormente y que se encuentra a media hora de
la abadía masculina a pie (ó 10 minutos en coche) por caminos entre viñedos.
Alojándome en una de las casitas de piedra que conforman la hospedería de las
monjas pude asistir a todas las Horas del Oficio Divino y a la Misa, celebrada
por un monje de la abadía masculina; y uno de los días pude asistir a Misa
también en la abadía masculina.
La vida de estas monjas, expresión de la regla de san Benito y sus
principios de “Ora et Labora”, me hizo pensar en muchas cuestiones. Entre
ellas, que al catolicismo que llamamos “tradicional” habría que quitarle esta
etiqueta, porque no es más que catolicismo. Todo lo demás, como los casos
citados antes, es de dudosa doctrina. En segundo lugar, la vida dedicada
prioritariamente a la oración, en la que nada se antepone a Dios, una escuela
de servicio divino. La dignidad y solemnidad de la liturgia que reza esta
comunidad es un anticipo de Cielo. Me hizo pensar en una vida totalmente
empapada de Dios, que convierte en delicados y precisos hasta sus movimientos corporales
y dota sus vidas de una belleza y una armonía que no había presenciado nunca.
Las monjas reciben formación, sana doctrina, por parte de los monjes, de su
mismo carisma, fórmula sabia de la Iglesia, Madre y Maestra, en esta orden
monástica de casi 1.500 años de antigüedad.
Observándolas, no pude evitar comparar con otras comunidades
monásticas de la misma orden benedictina que he conocido; sin ir más lejos, el
monasterio de San Benito de Montserrat. Y el mal que han hecho los cambios
posteriores al Concilio Vaticano II a las comunidades religiosas. A comparar
las comunidades benedictinas de San Benito de Montserrat y Le Barroux dedicaré
el próximo texto, si Dios quiere.
Y, por último, pero, como dicen en inglés, “no por ello menos
importante”, me gustaría tratar en otra ocasión de manera monográfica el
vínculo maravilloso que existe entre Le Barroux y la novela “El despertar de la
Señorita Prim”, escrita por la aún más maravillosa Natalia Sanmartín Fenollera.
Un sueño, San Ireneo de Arnois, de alguna manera hecho realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario