No he estado en Medjugorje ni voy a poner en cuestión si la Virgen María se ha aparecido y sigue pronunciando revelaciones privadas a los videntes allí. No van a ir por aquí estas líneas. Voy a centrarme en dos ideas: el fenómeno del “aparicionismo” exaltado en relación con Medjugorje y la posible relación entre las recientes palabras de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre esta aparición de la Madre de Dios y las polémicas declaraciones del papa Francisco durante su viaje a Oriente con respecto a que todas las religiones sean caminos igualmente válidos hacia Dios.
Al respecto de la primera
cuestión, me llamaron mucho la atención unas palabras del sacerdote Gabriel
Calvo en su conversación con el P. Charles Murr en el canal de YoutubeTekton sobre el Compendio de la Fe del obispo Athanasius Schneider:
“a medida que avanza este caos que estamos viviendo en la Iglesia se va
produciendo un fenómeno al que se adhieren cada vez más personas, con buena
intención, que es el del ´aparicionismo´; y entonces van corriendo de aparición en aparición pensando que las apariciones –
las aprobadas por la Iglesia -, que son simples y meras revelaciones privadas,
luego subjetivas, aportan un plus de contenido a la revelación de Dios, como si
la revelación de Dios no estuviera ya cerrada con la muerte del último Apóstol (minutos
31 a 34).
El P. Gabriel Calvo se lamenta de
que muchos fieles (“mucha gente buena”) nutre la piedad sin nutrir el fundamento
de esa piedad con un contenido doctrinal, dogmático, abogando por la búsqueda del
equilibro entre las éstas y la formación doctrinal, con el fin de vivir una
piedad que no sea sentimentalista, sino teológica, profunda”. A esta reflexión
del P. Calvo responde el P. Charles Murr con una muy importante apreciación: la
distinción entre los verbos “poder” y “deber”, para enfatizar que no es
necesario creer en las revelaciones privadas para ser católico. Dice la Iglesia
sobre Medjugorje, después de cuarenta años de investigación, que “es digno de
creer”, pero no dicen “hay que creer eso (…). Y hay que tener cuidado, porque a
veces las personas van más hacia revelaciones privadas que hacia lo que es
oficialmente enseñado y dado por Dios y por la Iglesia”. El P. Gabriel Calvo se
lamenta de que este fenómeno puede deberse al hecho de que la Iglesia ya no
enseña las verdades reveladas, y los fieles hacen lo que pueden para nutrir su
espiritualidad.
Junto a estas consideraciones, con
relación a Medjugorje, me gustaría apuntar que una característica que aprecio
de este fenómeno del “aparicionismo” es la exaltación
emotivista con que lo viven muchos de los peregrinos. Me explico: yo he
peregrinado a Lourdes en múltiples ocasiones, a Fátima y a Tierra Santa (la
madre de las peregrinaciones, por cierto), y en ninguno de estos tres lugares
he observado nada parecido a la exaltación quasi obsesiva de muchos de los
peregrinos a Medjugorje. Me da la sensación de que muchos de estos peregrinos
son, además, del tipo que comentábamos la pasada semana que saltan de una a otra experiencia religiosa,
buscando siempre emociones fuertes en la vivencia de la fe. No he realizado
ni he visto ninguna encuesta sociológica. Les hablo solamente de lo que he
visto en mi parroquia y entre catequistas, con quienes me he relacionado
durante los años en que fui catequista de niños que iban a recibir la primera
Comunión.
El segundo aspecto sobre el que
me gustaría reflexionar es la oportunidad (u oportunismo) de las recientes declaraciones
sobre Medjugorje del Prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe, el
otrora sospechoso de heterodoxia por este mismo dicasterio, Mons. Tucho
Fernández.
Este portal reproducía un artículo del P. Raymond J. de Souza del
29 de septiembre en The Catholic Thing sobre cómo durante las últimas cuatro décadas la Iglesia
ha retrasado enfrentar directamente las preguntas sobre Medjugorje, a pesar de
ser un fenómeno de masas. Tras mucha investigación, el nihil obstat del
Vaticano para que las peregrinaciones pueden continuar e incluso ser alentadas
parecen afirmar el buen fruto de las visitas. Sin embargo, el Vaticano sigue
hablando de “supuestas apariciones”: la nota no emite un juicio sobre su
autenticidad”. “Más bien – continúa diciendo - sólo resalta que el Espíritu
Santo está actuando fructíferamente para el bien de los fieles “en medio” de
este fenómeno espiritual de Medjugorje. Además, la evaluación positiva de que
la mayoría de los mensajes de Medjugorje son edificantes no implica una
declaración de que tengan un origen sobrenatural directo. En consecuencia,
cuando se hace referencia a los “mensajes” de Nuestra Señora, siempre se debe
tener en cuenta que son “supuestos mensajes.”
En concreto, ¿qué ocurre con los “supuestos mensajes”
problemáticos que los videntes han afirmado haber recibido por revelación? El Dr. Peter Kwasniewski, referencia
recurrente en estos textos, considera que “hay mucho que decir sobre los problemas que plantean estas supuestas
apariciones, independientemente de los frutos espirituales que se hayan
producido para algunos de los que visitan el lugar”. Sobre el momento en que un
amigo le habló sobre Medjugorje y su posterior investigación al respecto,
afirma: “a veces me preguntaba por el
fenómeno de Medjugorje. ¿Por qué tantos estaban «metidos» en él de un modo tan
apasionado, incluso obsesivo?” El caso es, afirma el Dr. Kwasniewski,
basándose en la exhaustiva obra de Donal Anthony Foley “Medjugorje Complete”,
que existen mensajes de Medjugorje que
entran abiertamente en conflicto con la doctrina católica. El autor cita numerosos
casos en este artículo,
pero me interesa centrarme solamente en uno: “A los ojos de Dios no hay divisiones ni
religiones. Las divisiones las habéis hecho vosotros en el mundo” (293). Tal
vez este tipo de problemas explique por qué, al cabo de un tiempo, los mensajes
“se comprobaban minuciosamente en cuanto a su adhesión a las Escrituras y a la
doctrina de la Iglesia” (207) antes de ser transmitidos al mundo. Foley
exclama: «¿Se había vuelto la Santísima Virgen María tan deficiente en
conocimientos bíblicos y doctrinales que sus mensajes ahora necesitaban ser
examinados por el padre Barbaric?” (ibid.).
Más
revelador le parece a Kwasniewski el hecho de que el P. René Laurentin concluyó
que los mensajes de la «Gospa» «encajan en la vida pastoral de la Iglesia
postconciliar. “La Virgen fomenta la apertura y el ecumenismo” (145). También
afirmó, sorprendentemente, que “las apariciones de Medjugorje carecen de las
particularidades históricas del catolicismo y, por tanto, tienen una dimensión
ecuménica de mayor calidad” (146). Los números entre paréntesis son del
artículo del Dr. Kwasniewski, referidos al libro de Foley.
Si
vamos al contexto del nihil obstat
emitido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, observamos que éste, aun
basado en un decreto del papa Francisco firmado el 28 de agosto, fue anunciado
el 20 de septiembre. Entre esas dos fechas, de los días 2 a 13 de septiembre,
el Papa Francisco realizó un viaje apostólico a Indonesia, Papúa Nueva Guinea,
Timor Oriental y Singapur. Casual o
causalmente, lo más destacable de este viaje del Papa han sido las constantes
declaraciones sobre la validez de todas las religiones como caminos hacia Dios,
mensaje con el que las supuestas revelaciones de la Virgen María en Medjugorje
están en sintonía.
Destacando
unas líneas del artículo de Wanderer del 23 de septiembre al respecto: “El Papa Francisco estuvo completamente en su elemento durante su
viaje al sudeste asiático. Esto se debe a que una vez más pudo entablar con entusiasmo el «diálogo interreligioso».
Si se leen los discursos ya publicados del Papa, este diálogo goza de un
estatus casi sagrado de grandeza, que se nutre de impresionantes predicados
morales. Pues el diálogo pretendido apunta en su esencia a la unidad, la fraternidad,
la armonía y el acuerdo: se trata ante todo de «vivir juntos, mezclarse con los
demás, encontrarse, abrazarse, apoyarse, participar en esta multitud un tanto
caótica que puede transformarse en una verdadera experiencia de fraternidad»
(Evangelii Gaudium, 87). Sin
embargo, nota Vigilius en el post de Wanderer, que en el concepto del Sumo
Pontífice sobre el diálogo falta
la referencia al conocimiento de la verdad.
Es decir, que el papa Francisco
excluye explícitamente la definición teórico-verdadera básica del diálogo.
“Todas las religiones son caminos hacia Dios”, afirmó literalmente el Papa: “Utilizaré
una analogía, son como diferentes lenguas que expresan lo divino. Pero Dios es
para todos y, por tanto, todos somos hijos de Dios. ‘Pero mi Dios es más
importante que el tuyo’. ¿Es eso cierto? Sólo hay un Dios, y las religiones son
como lenguas, caminos para llegar a Dios. Unos sijs, otros musulmanes, otros
hindúes, otros cristianos. ¿Entendido?»”.
No. Jesucristo dijo literalmente: “Yo
soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí” (Jn 14,
6). La afirmación contraria corresponde a una postura conocida como
“indiferentismo”, doctrina que surgió en los círculos liberales durante el
siglo XIX, con origen en la masonería, y que los papas condenaron en nombre de
los derechos de Dios y de la verdadera religión. En su encíclica sobre el
liberalismo católico, “Mirari Vos”, el papa Gregorio XVI también señaló el
indiferentismo como uno de los males que afligen a la Iglesia, definiéndolo
como una: “opinión perversa, según la cual es posible obtener la salvación
eterna del alma por la profesión de cualquier tipo de religión, siempre que se
mantenga la moral. (...). Esta fuente vergonzosa de indiferencia da origen a
esa proposición absurda y errónea que afirma que la libertad de conciencia debe
mantenerse para todos”. Por su parte, el Papa Pío IX denunció “la escandalosa
teoría que presenta como indiferente el hecho de pertenecer a cualquier
religión, una teoría que está muy en desacuerdo incluso con la razón (“Qui
Pluribus”,
1846). Estos son sólo dos ejemplos. Existen infinidad de ellos… hasta el Concilio
Vaticano II y su concepto de la libertad religiosa, en flagrante contradicción
con la tradición eclesial, como vimos al tratar el tema de las relacionesentre cristianos y judíos.
De hecho, el Papa Francisco no hace más que reunir las consecuencias de
las acciones y declaraciones de sus predecesores. Por no cansar con ejemplos,
baste con pensar en los encuentros de Asís que comenzó a organizar san Juan
Pablo II.
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